sábado, 3 de julio de 2010

Soy el cangrejo

No siempre sucede que uno se siente cangrejo. Y cuando sucede, se sabe que es un camino sin retorno, pero un camino hacia el costadito. Uno va alejándose, pero no del todo. Camina de costado, para el lado que camine, pero siempre de costado.

Los cangrejos son de otra dimensión. No hay atrás y adelante en un mundo de cangrejo. Para ellos avanzar es vacilar sobre el aquí, sobre la línea de un horizonte lejano que sin importar su color, sus miles de matices, será vacío.

Un cangrejo ve el mundo como un cuadro. Un cangrejo no sabe de dónde viene y hacia dónde va, simplemente transcurre entre lo que ES, lo que está ya dado, o estallado, como si nada pudiera hacer para cambiarlo, pues efectivamente no puede. Y allí, en el medio de su ser, de su estar, se gesta su costadía como quien no va hacia ningún lado, o no quiere saber lo que vendrá.

Entre tanto, sigo viendo, sigo pensando, soñando con algún día cambiar el rumbo del cosmos, reordenar las puestas del sol y dar salida a las voces que callé durante tanto tiempo, haciéndome eternamente a un lado de aquello que puedo mirar, de aquello que puedo anhelar.

Yo soy el cangrejo. Me siento cangrejo. Observo a una lejanía que nunca podré alcanzar, pues no logro dirigirme hacia aquello que veo, y para hacerlo debería dejar primero de verlo. Yo soy el cangrejo, el que transcurre en el ahora sin saber lo que vendrá. Soy el cangrejo que se mueve en el presente sin pensar en el ayer, en el mañana, viendo todo aquello que nunca podré alcanzar en esta existencia de caminar hacia el costado, o tal vez de hacerme a un lado.

Por cierto, no te he visto. ¿Será que me he acercado? o tal vez también seas cangrejo, y te has hecho a un lado, y entonces permanezcamos eternamente existiendo, tal vez incluso yendo en la misma dirección. Jamás se encuentren entonces nuestras cangrejiles existencias, y desearé no haber dejado de verte para acercarme; desearé haber sabido de antemano que también eras cangrejo, haberte acompañado en tu existencia acangrejada, no haberme hecho a un lado...

jueves, 1 de julio de 2010

El artista

“Si, está bien escrito, pero es un poco confuso… y muy aburrido” le dije. Creo que no le ha gustado mi comentario. Dice que debe irse. Siempre se va, a unos de “esos lugares” donde hacen “esas cosas”… como en utilísima satelital, pero con más ganas de vivir. 

El artista no escribe, sólo hace que escribe. Él en realidad pinta. Pinta muy bien, por cierto. A veces sus pinturas me parecen muy enfermas, pero eso es sólo porque él está enfermo. Por cierto que el artista nunca fue conocido como “Prince”. De hecho no es ningún príncipe, más bien parece un sapo. Pero yo lo amo como es, y me encanta. Me encanta todo su ser, y también sus pinturas. 

A él le gusta Tim Burton. A mí no… quisiera que me guste, pero no puedo. Además estoy harta de ver a Johnny Depp. Siempre es distinto, pero es tan igual. Y me hastía. Él y Tim Burton me recuerdan a Werner Herzog y Klaus Kinsky, pero ellos eran bastante más enfermos. Si, esa relación tan ambivalente, pero que daba tan buenos frutos… una vez vi a Klaus Kinsky en una toma en la que una mariposa recorría sus manos y su rostro. Parecía calmo, pero ese hombre era una bola de nervios. No sé de qué murió, pero debe haber sido de úlcera. Klaus Kinsky gritaba mucho. 

El artista también grita a veces. Pero ahora se ha ido. Siempre me deja sola, y lo amo por eso, por dejarme sola. No soy su novia, ni mucho menos, pero a veces cuando salimos a caminar me gusta tomarlo de la mano o cruzar mi brazo con el de él y pretender que lo soy. Si, en esos instantes soy feliz. Pero no sé si sería feliz a su lado. Necesito que se vaya para comprender cuanto lo extraño, y que vuelva para ser feliz. Si no se fuera nunca podría volver, y yo nunca podría ser feliz. 

Ahora se ha ido. No sé que hacer. Estoy aburrida. Creo que iré a su casa y tomaré fotos… Si, tengo la llave de su casa. Creo que el no lo sabe, y si lo sabe nunca me lo ha dicho. Su casa es bella como él. Él se parece un poco a Johnny Depp… odio eso. Pero amo su casa… es tan… es tan él…

No hay nada y está sucia. Creo que no limpia hace meses. De hecho creo que nunca limpió, pero cada vez que vengo a tomar fotografías, acomodo un poco los platos y limpio el piso. El resto no porque siempre está por volver, y debo fingir que me lo cruzo en el quiosco de enfrente. Ahora recuerdo que olvidé pasar por el quiosco y no tengo cigarros. No hay problema. Él no fuma. Si fumo y dejo las colillas, sabrá que alguien estuvo aquí. 

Esta caja nunca la había visto… ¿Qué habrá? Me huele a misterio, pero uno sin resolver. Sí, como en las películas, o los casos viejos. Con mi madre siempre vemos esas series de asesinatos. A mi padre no le agradan, dice que somos morbosas. Pero a mí no me importa, total hay más televisores. Eso sí, a la hora de la cena es difícil… Pero… ¿en qué pensaba? La caja, sí. Es pequeña, pero no tanto… más bien grande, pero un poco más pequeña. Voy a abrirla, luego tomaré las fotos. 

Sólo veo mi rostro. Ahí está mi casa también. Mi cocina, mi living. Este no es mi estilo. Mi estilo es algo más rústico. Y me gusta desenfocar las fotos, le da un aire de impenetrabilidad, como si fuera otra dimensión. Siempre me gustó pensar que hay otras dimensiones. 

Por cierto, yo también escribo, como el artista. De hecho el artista no escribe… sólo pinta. Y lo hace muy bien por cierto. Creo que esto ya lo dije. Pero estas fotos… me hacen conocerme más… mi casa es un espanto. Durmiendo soy horrenda. ¿Eso es saliva? No sabía que babeaba al dormir. No me parece extraño tampoco, pero siempre pensé que sólo rechinaba los dientes, y a veces hablaba “nonsenserías”. Mi hermano inventó esa palabra. Yo también invento palabras a veces. Somos muy acertados ambos. Creo que en eso nos parecemos. 

Veamos que hay de comer. No, mejor veamos que hay en la tele. Ya debe estar por llegar el artista. ¿En qué canal habrá dejado la televisión? Ah, es este… imaginé que sería algo más cultural. Tal vez porque es un artista. Pero está bien, un artista también debe informarse de lo que sucede alrededor… solo… ¿este canal? Hay muchos accidentes últimamente. Ellos los muestran en primer plano. No es bello ver la sangre corriendo por los rostros sin nombre. Definitivamente no es bueno… me quedo con las series de asesinatos y detectives que veo con mi madre. Al menos sé que es ficción y no me deprime. Si, también me deprimo mucho por las cosas que pasan en el mundo. No pasan más que cosas malas. No pasan… ¡un momento! Ese rostro… Si, ahora sí que parece un sapo. Definitivamente ESO arte…

De la virtud del triángulo

Mi corazón es un triángulo. No es perfecto, tan sólo es un triángulo. O al menos lo era hasta que dejó de ser ese triángulo que sigue siendo, pero que ya no es.

Un día igual a todos los demás, que no podía ser más que diferente del resto, él descubrió la cuadratura del círculo. Es por eso que a mi corazón a veces le dan ataques de querer rodar, pues sabe que puede, sabe que la respuesta está en sus manos, o en sus lados, que para el caso es lo mismo. Y es por eso también que sus puntas son truncas. Sucede que nunca le agradó a mi corazón esto de poseer tan sólo tres vértices, o al menos comenzó a odiar la idea desde aquella cuestión de la cuadratura del círculo... y todos sabemos que no hay nada peor para un corazón que sentirse disminuido, sobre todo si se tiene en cuenta su posición triangulezca. De modo que tuvo que hacer algo con ello. De allí el hecho de que sus puntas sean truncas, en la constante puja por ser más que un triángulo.

Lamentablemente sus puntas saben que son puntas, que nunca podrán ser lados de aquel soñado hexágono, y eso hace que todo alrededor se vuelva gris, que la sangre que bombea mi triangular corazón se vuelva gris, volviendo grises mis días también. Perseguir un sueño cual burro a la zanahoria, saber que no lo podrá alcanzar, eso lo llena de triangulación, lo trianguliza al infinito, equilaterizándolo hasta tal punto que ya no sabe cuál es su base, ni qué está al costado. No sabe cuál es su altura, ni donde está parado, y por ende todo se vuelve monótono.


Y en esta monotonía de triángulos grises están mis latidos dispares, que son grises como los días de un otoño que ya se alejó, grises como el triángulo de mi equilátera vida de latidos equiláteros, vacíos, monótonos, y no sé si mencioné grises. Y es el gris de mi sangre que fluye como manantial de grisura que me invita a fluir grismente por la gris y triangular vida de grises dimensiones triangulares. Como mi corazón, con las puntas truncas, tan truncas como mi cabeza y como mi vida misma, una vida de triángulos que desean ser hexágonos, que ni siquiera tercera dimensión tienen, pues están tan aplastados que no conocen siquiera al cubo. Y sin embargo lo envidian. ¡Cuánto más envidiarían a esos malditos icosaedros, plagados de triángulos! Cada faz, cada arista es unión, cada latido formando un cúmulo, un ser único, completo, acabado, que no necesita truncarse para poder rodar, que no debe perder lo que es para dejar de ser gris.

Entre tanto, aquí me estanco en el gris, sin poder ir a lo blanco o a lo negro; sin poder ser triángulo, ni hexágono; y sólo deteniéndome a oler las rosas cuando sufro un resfriado. Acaso mi triangularidad sea susceptible de aún más triangulación, si el gris puede ser más gris y los momentos puedan durar más que un instante efímero que jamás existió más que en mis sueños de hexágono. Aquí me quedo entonces, con las puntas truncas, hasta que puedan liberarse de eso que las amarra a su triangulez intrínseca, hasta que ya no se detengan ante la eterna imposibilidad de ser lados del ansiado hexágono. Hasta que vacile la geometría y me vacíe yo de equilateridad, conozca mis lados, mi base, mi altura.

Aquí espero con mis tres lados, hasta juntar fuerzas para tener seis, y así mi sangre pueda dejar de ser gris como mi vida. Advenga entonces yo misma un hexágono, que desee ser dodecágono, y salga a rodar con fuerza por las orillas de mis sueños hexagonales, como lo hice en el otoño en que cayeron hojas cuadradas, que eran más que lo que nunca fui. Nunca podré ser un círculo, ni mucho menos una esfera, mas soñar no cuesta nada, sólo fuerzas que permitan hacer algo con aquello trunco… volverlo lado de algo incompleto, lado del lado de lo más alto del universo, pues el universo no tiene forma ni conoce límites, mas sí que nos incluye a esos triángulos truncos y solitarios, grises, equiláteros, que ansían ser esferas, universos de sus propios sueños truncos…