martes, 4 de septiembre de 2012

Caminos inventados

Él es alto. No, es bajito. A decir verdad no lo sé, es promedio. Malditas estaturas promedio, nunca me llevé bien con ellas. Quizás porque yo misma soy una persona de estatura promedio, a la que le hicieron creer que estaba por debajo de él, sólo para tener de qué hablar en el recreo. La cosa es que él es alto, o bajito, ya ni sé, y me da igual. Lo inventé, durante mucho tiempo lo estuve inventando en historias varias, hasta que un día se me apareció en el colectivo. No quería encontrarlo, sólo quería una pizza, una que nunca había probado. Todos sabemos que soy fanática de la pizza. 

Sucede que nos bajamos en la misma parada, y tomamos el mismo subte: la consabida línea D. Luego de algunos minutos ambos bajamos... en Olleros, aquella estación de la que tantas veces supe contar historias, sobre todo estando bajo la influencia de alguna bebida espirituosa, o del tan conocido insomnio. Pero la verdad es que no sé por qué me había bajado allí, cuando todo lo que quería era una pizza. No sé, tampoco, por qué me había tomado ese maldito subte. Quizás había sentido, sin darme cuenta, la necesidad de seguirlo... al alto, al bajito, al quién sabe que inventé. Quiero decir... cruzarse con un personaje que uno mismo inventó no es algo que suceda todos los días. Tenía sentido que hubiese deseado seguirlo. Tal vez para advertirle algo, o quién sabe, quizás podría, no lo sé, inspirarme para escribir otra historia que lo tuviese como protagonista. 

Comenzó a llover. Creo que caminaba despacio. Yo. Bueno, él también, y yo en consecuencia, dado que estaba siguiéndolo. Pero... ¿A dónde iba? No lo sabía. Él tampoco parecía saberlo, a juzgar por sus chapoteos errantes, por el eterno zigzagueo de su andar y el constante ladear de su cabeza, mirada perdida incluida, con el que reaccionaba al observar cada cartel en el que se leía el nombre de una calle que yo tampoco conocía. 

Por esos momentos, mientras la lluvia se volvía más y más leve, razón por la cual yo agradecía a quién sabe qué deidad puesto que no cargaba paraguas, intuí que él se había percatado de mi presencia. Es más, estaba segura de que él sabía que hacía ya rato me encontraba siguiendo de cerca sus pasos. Podía leerlo en su respiración agitada, que se oía más intensamente que su chapoteo. Pero siguió chapoteando, y respirando agitadamente, hasta que en algún momento sucedió lo que todos temíamos que sucediera. Bueno, no todos. De hecho, sólo yo. Da igual, el hecho es que su errático andar cesó de repente. Frenó, sí, volteándose abruptamente a verme. Bueno, tal vez no con la intención de verme, pero estoy segura de que al menos con la sospecha de que allí me encontraría. Sucede que me miró tan fijamente como jamás lo había hecho. En realidad sabemos que jamás lo había hecho, dado que jamás lo había cruzado. Como ya he dicho, no sucede todos los días que uno se encuentre con un personaje que inventó. La cuestión es que me miró fijamente, sin pronunciar palabra. 

Sé que alguna vez lo había soñado. "No puedo leerte", le decía entre diálogos oníricos, frustrandome oníricamente, pues siempre he sido la misma persona en mis sueños que en la vigilia, y siempre he podido descifrar a la gente en ambos planos. Pero no a él, no, no había nada en él que pudiese descifrar, y no me cansaba de decírselo. Tal vez lo decía en un vano y hasta casi desesperado intento por obtener su ayuda, pero dentro de mi ser estaba convencida de que jamás lograría leerlo, pues era yo quien lo había escrito. Siempre fui de la idea de que las palabras escritas ya no pertenecen a quien las escribe, sobre todo tratándose de mí, que soy tan cambiante. Me son ajenas, cobran vida, así como ahora había cobrado vida él... ese a quien había inventado en alguna racha de inspiración que ya nunca volvió. 

No, ciertamente no podía leerlo. "No puedo leerte" dije entonces, luego de un largo silencio, y no comprendiendo del todo si aquello se trataba del plano del sueño o de la vigilia. Pero, tal como en esos sueños que más parecían pesadillas, de las que sin embargo no deseaba despertar, tampoco respondió. De todos modos caminó a mi lado durante el trayecto que faltaba hasta la siguiente estación, pero en el interín nos encontramos con aquella pizzería, aquel objetivo que había sido el mío desde un principio, y comimos con placer dos porciones de muzzarella y una de faina cada uno. Con placer, sí, pero sin mediar palabra. Simplemente sabíamos por qué estábamos allí, o al menos parecíamos saberlo.

Salimos de la pizzería y caminamos. Ya no lo seguía, ni me seguía él a mí; simplemente caminábamos. Nuestro andar se volvió algo menos errante, y nos dirigimos hacia la estación de subte, para emprender la retirada. Pero ya no estábamos en la línea D, sino en la B. Ahora todo cuadraba; era por eso que habíamos encontrado aquella pizzería. Sin darnos cuenta, nos habíamos desviado. O tal vez nos habíamos dado cuenta, tal vez habíamos tratado de evitar aquella estación de la que habíamos salido. Tal vez todo el andar errático era sólo para evitar volver a entrar por Olleros. Tendría sentido, ya que odio caminar bajo la lluvia, sobre todo cuando ando con botas altas.

Retornamos, entonces, desde Lacroze, hacia aquel lugar desde donde ambos habíamos partido: Callao... pero de otro color. Fue entonces cuando comprendí por qué nunca había podido leerlo: era porque aquello jamás lo había escrito...



jueves, 9 de agosto de 2012

Írvènir



Y me miraste con tus ojos de abismo. Al principio no me atrevía a hablar. Creía que todo estaba dicho. Sin embargo, algo me dijo que no, que debía hacer ceder al silencio.

-Conque de esto se trata...
-¿Qué cosa?
-Conque de esto TE TRATÁS...
-Sí, no sé. A decir verdad, no sé si te estoy entendiendo. 
-Sé lo que se siente; he estado allí demasiadas veces. 

El silencio invadió nuevamente el lugar, y la tensión hacía que el aire pareciera poder cortarse con uno de esos Tramontina de bajo presupuesto. Bueno, ni que los Tramontina fueran de un presupuesto muy alto, pero creo que se entiende a lo que me refiero. La cosa es que al fin pude volver a hablar:

-¿A qué viniste?
-A pedirte disculpas. 
-No deja de resultarme extraño que me pidas disculpas cuando ni siquiera sabés qué es lo que tengo que disculparte. 
-Lo sé... 
-¿Qué sabés?
-Sé que no lo sé...
-No estamos para diálogos infracartesianos. 
-¿Entonces?
-¿Entonces qué?
-No sé... 

Al fin algo que no sabías, que no sabías que no sabías, hasta darte cuenta de ello. Por una vez, realmente no lo sabías, o al menos por una vez habías flaqueado ante mí. 

-A veces necesito vomitar. Descargar. En este caso, pidiendo disculpas. 
-Si es por el mero hecho de vomitar, tus disculpas se me hacen bastante egoístas. 
-Lo son. Por eso es que te las pido. Al fin y al cabo, te estoy PIDIENDO disculpas ¿no es así? eso implica que si me disculparas, me las quedaría. Ciertamente es egoísta. 

Estabas más gris que de costumbre, y un poco me atormentó la idea, tal vez por el hecho de saber que eventualmente me harías otra de tu escenas, esas que tan harta me tenían desde hacía tiempo. Lo que no podía precisar era cuándo lo harías, sólo sabía que lo harías. 

-¿Entonces?
-¿Entonces qué?
-No sé... ¿No ibas a pedirme disculpas?
-Ya lo hice...
-No lo hiciste. 
-El sólo hecho de decirte que vine a pedirte disculpas, es estar pidiendo disculpas. 
-Me parece que esta metaconversación no lleva a ninguna parte. 
-Estás equivocada. 
-Jamás me equivoco, y mucho menos tratándose de vos. 

Entonces te callaste nuevamente. Habrán sido treinta segundos, ahora que lo pienso, pero en ese momento pareció pasar toda mi vida frente a mí, como trascendiendo la barrera temporal. Una eternidad sin siquiera la existencia del concepto de eternidad, pues, para que algo sea infinito, necesítase de la finitud. Pero finalmente volviste a las arbitrarias fronteras. Finalmente me hablaste por última vez, antes de desaparecer ante mis ojos cual si nunca los hubieses mirado:

-Sos una puta. 

A veces te extraño. Soy esa puta que a veces te extraña. 


Sanser




Y en un inhóspito pasadizo


                                               me perdí

para no reencontrame con mi rostro. 



(Pero había espejos en todas sus paredes).




viernes, 3 de agosto de 2012

¿Dónde está tu dios?







¿Dónde está tu dios ahora que me he ido? 

Escuchar mi voz por doquiera que camines 
a la deriva 
sin aquellos pensamientos en los que te recluías 
y sin mi mirada. 

Transmudar la piel de otoño 
sabandija de piedad equivocada 
de hemisferios de tan escasa humanidad 
como las rocas.

Nunca he tenido un dios. 







Abandono del nivel del mar

Ya no recuerdo en qué momento te olvidé, mas recuerdo que lo hice. Recuerdo olvidos en tanto olvido recuerdos. Hago espacio en mi memoria para aquello que dirás hoy, para todas las miradas que aún no me diste. Quiero grabarme tus ojos en el hipotálamo.

Tan distante parece hoy todo lo pesadillezco. Casi nos parodiamos en retroactivo, y más reímos. Me gusta reír. Más si es con vos. O tal vez contigo. Son la misma persona.

La misma, por cierto, pero tan distinta que... CUCURRO. No sabía que decir, lo siento. Tampoco sé si alguna vez sabré, pues todo me enmudece, excepto cuando te pido que vengas a verme, o que tires de mi cabello mientras intento despertar. ¿Cuál es el sueño? Traeme una taza de café, que es tarde, o que me incendio.

Debo dormir. A veces debería dormir. No es tan agradable sola, cuando llueve. Ayer llovió sobre el techo, y claramente hoy lloverá sobre mis pies. Sí, hoy puede ser futuro, o pudo haber pasado. Hoy llovió, pero pasado es pisado. Y no es lluvia lo que piso, sólo es agua. Lluvia fue, hasta que tocó el suelo. Yo nunca toqué el suelo, pues abajo sólo es abismo. No hay límite entre el salto y el averno.

Fuera todo parece tétrico. Apuesto a que estás rechinando los dientes. Voy a meterme en tu oniria y a robar tus verdades. Voy a roer esos misterios, los enigmas que hablas, las lenguas de los dioses de ningún lugar.

No encuentro mi lugar, o quizás lo encontré hace tiempo. Debo copiarme el mapa de mis lamentos venideros, y he de gritarte para que no te marches, o al menos para que no lo hagas sin primero recorrerme por completo.

Pero mis ángeles no tienen miedo. 

martes, 5 de junio de 2012

Lautriv lautir

Morirme a miradas lentas, que es lo que me roe la esperanza. Una caída de tus párpados que dure la eternidad. Te imagino volar... volar y errar por sobre mis incertidumbres. Acaso tan sólo sea errática mi visión, errante mi deambular, mi cavilar; mi ser simpleza de simple mortal. 

Teñirme del color de tus verdades. Frío como daga, y hace frío en mi morada, hoy como nunca. Pongo en juego mi almohada a que vendrás con verdades silenciadas, con silencios verdaderos, y algunos lunares nuevos, que uniré a los demás con un pincel sideral, al tiempo que dejes de respirar.

No me encuentro entre todos los desencuentros, y me pierdo. Si a fin de cuentas caerás, caeré, y espero que me atajes en medio de este vértigo, antes de destrozarme las manos contra mis propias heridas. Los ojos me los arranqué hace ya tiempo, ese que perdí intentando dominarlo, y sólo gané dolor. Mis miserias son las huellas en mi rostro, que aunque intenten emular una sonrisa, leerás en las arrugas ese llanto primordial. 

Sí, me he perdido en el encuentro con mi propia mitad. Otra noche se aproxima. 


sábado, 2 de junio de 2012

Porque soy la luna

Porque me atrae tu sabor a tragedia, lo salado de las lágrimas en retroactivo, es que me hundo, que me rindo esta mañana ante tu mirada, recordando los días en que supe que ya no habría primaveras. El sol no saldrá, pues no salía, o no saliera jamás en tus pupilas, que profundas hasta el punto de encontrarse en el desprecio de tu nunca. Pero no miras atrás. 

Porque me invade la amargura del sublime brillo que traes en tu espectro, es que me pierdo. Resplandeces entre muertes, entre diezmadas almas, entre mortíferas postales de olvidos al infinito. Vuelas entre virtudes, pasadizos, crucifijos y demases que te hacen único, y respiras. Todo tu aire viciado me empaña la luz del día, de ese sol que no salió, en esa primavera que jamás resplandeció. Fuimos de invierno, fuimos mortales. 

Porque me entrego al impensado mal de este suicidio de mis alas (ya no vuelo, hoy me quedo) es que quizás narre con esa voz somnolienta con la que a veces te despierto, algún sueño por la mitad. No es que no quiera soñar, sólo que a veces te sueño despierta, y pues, no deseo que te vuelvas pesadilla. Si duermo y se termina, ¿Qué otra cosa quedará? Tal vez el rastro entre mis manos, y en mi pecho cercenado por tu espíritu demente. Pero me gusta descubrirte en los latidos que ya no fuerzo, aunque a veces deje de escucharlos, para oírte entonar una canción de realidad que me golpee. Son golpes suaves, al menos, los que ahora soporto, pues si sonríes mientras duele, ya no es tanto lo que duele, ya no es muerte lo que siente este amargo fenecer.

Porque me hielas la sangre mientras escribo estas palabras, es que las escribo, precisamente. Me conoces, siempre he sido de buscar el dolor, por aquellos recovecos en que escondías espadas. Quizás no sepa qué decir cuando preguntas qué tanto puede alguien sufrir, qué tanto puede llorar sin deshidratarse. No si antes te has tomado un vaso de agua, ese que no permita que tu garganta se seque, para que puedas hablar, hablar de tiempos de antaño en los que no sabía más que gritar, a la vez que callaba, en los que dormía para ya no despertar. 

Porque vienes, porque vas, y a cada paso te sigo, al menos en mi memoria, pues recuerdo cada olvido que me diste aquella tarde, pues he contado cada cabello que te he arrancado, cada lunar por el que he caminado, como si fueran estrellas. Si esos astros hoy hablaran, contarían que hoy la luna te ha orbitado, que te orbita cada instante, cada beso, cada paso en falso, recibiendo aquella luz, como cuando solía ser oscura. 

Y porque vuelvo a reír cada vez que oigo tus pasos en mi órbita de hielo, es que te has vuelto el imán de todos estos desiertos que hoy te entrego. 


Esta luz que ves aquí no es más que de la tuya el reflejo. 


miércoles, 30 de mayo de 2012

Del eterno despertar*

*(ese en el que, aunque hayas sido sueño, estás...)

Tal vez si contara cada uno de mis infinitos sueños se acercaría, al menos, al número de veces que pienso en tu sonrisa a cada instante. Tal vez si contara los instantes, lograría un segundo de certeza. 

Te disuelves...

Le pido al viento que sople en mi dirección, así pueda traerme tu aroma, y me desplomo ante tu rastro de quietud inigualable. 

Tal vez si vinieras como no lo has hecho antes, con los ojos limpios, con las manos francas, podría vencer al frío que hoy recorre mis clavículas, podría transportarme al horizonte. 

Me recuerdas a mañana, las mil y una canciones, que de día, que de infame. Monótonas pesadillas que en tus brazos me cautivan. 

Tal vez si fuera de hierro, todo aquello cambiaría.

Un beso que no plantee vacíos, un vacío que no crezca; un árbol cuyas hojas sean peces voladores, sean aves reptantes, sean dioses en la carne de esta noche que infinita, infinitísima. Finísima cuchilla con que cortas mi garganta, para que ya no pueda tragar la saliva al hablar de lo que fueron las eternas despedidas. 

Ilusión de cualquier día, o de cualquier utopía. 

Sangre de las dagas clavadas aquí en mi pecho, que ahora te regalo en un grito de dolor, al tiempo que las quito de aquella vieja morada, que morado está mi rostro por los golpes del destino casi ausente. Me lleva el viento, ese que te trae, ese que te aleja y te devuelve a los recuerdos. 

Lamento divagar, a veces vuelo, tan sólo pensando en que ahí estás... 


... que puedo verte y regalarte mil verdades, pero que elijo callar. 


martes, 15 de mayo de 2012

Seroyé (ser hoy, seré)

Soy esa nube pasajera que se posa en tus clavículas y rompe en lluvia, para luego darte sol. Me intrigan tus batallas perdidas y tus palabras no dichas, perdidas en un exhalo de aire viciado.  Como que me alimento de todos esos silencios que corrompemos con alguna desolación, cada noche que te vuelves ese infierno del que nunca seré parte en la mañana. 

Voy a armarte de a pedazos de memorias (nunca recordadas). 

Soy la gloria de los males perpetrados entre eufóricas distancias que eran nuestras, maldiciéndote hasta el mismo firmamento, que luego te obsequiaré. Deseo saber cómo llegar a contar cada historia con las palabras correctas y no morir en el intento, o al intentar desmoronar esa pared que tienes en lugar de ojos, esa con la que me observas desde lejos. 

Voy a serte pesadilla en realidad. (Me soñarás despierto). 

Soy un ícono de rosas, una poesía entre tus manos destrozadas por estrellarse contra mi alma, que es entera para ellas. Espada de tus dioses, carne en tus misterios. Quiero morder la luz que emanas cada día, amontonarme en tus sienes y ser levantarte en cada una de tus infinitas caídas. Ser perpetua, caminar sobre las ciénagas, y sanarte las heridas. 

Voy a ver el amanecer una vez más en esta tarde. (Me darás tu vida). 

Nube de espanto, sol de hielo, prisión de las mil prisiones que son cielo, o que son infierno. Morada de mi destierro. Oscuridad que emanas de tu pecho. 

Y que me mata las ganas (de irme lejos). 

Borde del llanto y de todos mis avernos, con gusto me entrego al sufrimiento eterno. 

jueves, 10 de mayo de 2012

Te juro



que no huyo si me regalas

alguno de esos exabruptos en los que de repente

... soy tu vida. 



Que te quedes

Que me derritas con la sonrisa que proclamas con furia, no me sorprende. Nunca te lo dije: fueron tus dientes los que marcaron mis contradicciones. Si es que acaso no burlaras el pasado con las flores, podría mirarte de lejos. Hoy no puedo.

Que me desarmes con pasiones nunca dichas, siempre erróneas, calculadas como ayer, indecisiones, no me mata, mas tampoco me hace más fuerte. Es decir, ya sabes cómo es aquí dentro, en este cementerio de emociones, en este laberinto de miradas, de esas con las que poco a poco me corroes. No soy santa de tus devociones, no eres plegaria de mis dioses. 

Cuántos caminos que marché perpleja, hacia la deriva, pero andando rectilínea. Mi constancia se manchó con una lágrima que corría por tus pómulos en diestros desencuentros que hoy actuamos. Que me entregas las palabras nunca dichas, y mi canto te corrompe, eso es claro, mas ¿por qué he de lamentar que hayas nacido? ¿Por qué habría de volver sobre mis pasos vulgares? He pisado tu cráneo alguna vez, no me sorprendería que pisaras hoy el mío. 

Pero te veo y se alejan los mares, maremotos, mar de rostros, mar de heridas; se aleja todo aquello de lo que supimos escapar entre destierros. Los de siempre, los de nunca, ya lo sabes, como sabes todo, y a la vez no sabes nada. Cruel imperio, reinas sobre todas mis miradas. Reinas también sobre mis sonrisas, de suerte que río demasiado. 

Tienes el poder de hacerme desaparecer, y sin embargo me llamas. Dices mi nombre como si entonaras una canción de cuna, pero que nos despertara, pues abrimos a veces los ojos para dejar de soñar. Y sin embargo sueño con tu rostro cada vez que te alejas, como que jamás te vas, como que te quedas; te quedaras para siempre entre mis cejas.

Una vez más le grito al sol, desolación, virtual miseria insípida, que me devuelva mis alas. Siempre las pierdo. Será que las he dejado sobre tu almohada. 

miércoles, 25 de abril de 2012

Presa

Prisionera soy, de esta libertad. ¿Contradictorio? Puede ser.

Hoy estoy contradictoria. Será un estado de humor, el humor Arjona, ponele. Ese tipo sí que roba con la dialéctica. Que me ensordecen tus silencios, que me llena tu vacío... ¡Basta de robar, mierda, con esas contradicciones de mierda! Basta de mierda también, si queda espacio (y tiempo, ese que no espera, ¿te acordás?).

Bueno, creo que me fui al demonio. ¿En que estaba? Demonio (en eso no estaba)... ahí me voy, porque ahí me quiero ir.

Igual no sé si quedarme (claramente sí).

Demonio sos vos.

sábado, 21 de abril de 2012

Reconocer

Reconozco que a veces me invaden los fantasmas, sobre todo cuando es hora de irme a dormir. Que a veces te me apareces cubierto con una sábana, en alguna de esas noches de desvelo, o de desatinos oníricos. Noches de revisionismo donde reviso mis males, mis otras muertes, y sonrío. 

Reconozco que te me antojas insomne. O tal vez soy yo quien no duerme, por respirar un poco más, tan sólo un minuto que pueda recordar para siempre, aires que ya nunca serán. Tal vez he hablado por vez primera, por vez sincera a tu reflejo en la ventana, esa que daba al pasado, esa que no cerré. Quizás me saques una sonrisa, quizás podamos tomar aquel café en el medio de las ya no pesadillas que un día enterramos. 

Reconozco que he sido cruel alguna vez. Tal vez, tal otra, tal alguna que otra sangre que tomé y que refrescaba en el momento. He gritado tu nombre más de un millón de veces, y sin embargo no lo he sabido recordar. Es mi mal, mi cruz, los nombres nunca han sido mi fuerte, y mucho menos cuando tienen más de cinco letras, y son todas diferentes. No sientas pena por mí si alguna noche me olvido de respirar. 

Y reconozco tus ojos en lo llano del espectro matinal, de mi reflejo, con sus ojeras de siempre. Me sabes antiguo y nuevo, por todo lo que ha de ser, por todo lo que habría sido, por lo que habrá que padecer. No lo sé, tal vez, tal otra, esperaba para siempre en un rincón y ahora no. Mi espalda está quebrada por el peso del horror, que me dobla a la mitad, o a dos mitades que interpretan separadas realidades, mitades enemistadas, ene-mitades, o N, donde N soy yo, y tú no eres. No eres sangre de mi sangre evaporada en aquel llanto de mil voces, de mil adioses. 

No son tus manos las de antaño, no tus gritos, no tu espacio ni tu tiempo. No es siquiera ya tu nombre el que pronuncio. Reconozco que tal vez he de gritar, pero ya no gritaré con la misma voz de ayer, esa voz con la que te quemé el oído, esa con la que me viste desaparecer.


Hoy canto con otra voz que tal vez no puedas conocer... re-conocer. 

lunes, 16 de abril de 2012

Olvido en partes


A veces por olvidar
muere una parte de mí.

Ya no lloro como antes. 
Ya no río como antes. 
Ya ni siquiera recuerdo como antes. 
Mi memoria falla ahora más seguido.

Ya no amo como antes,
ya no soy tan pasional.

Supongo que no fue tan alto el precio que tuve que pagar
con los años me he acostumbrado a no sentir.

Todo pasa.
Todo es mejor ahora. 
Yo soy mejor ahora.

viernes, 6 de abril de 2012

A ojos cerrados

Con los ojos cerrados te veo mejor. Será que cuando los abro ya no estás. Tampoco te oigo, más que con el alma. Con el alma abierta te siento mejor. 

Será que a veces no soporto el silencio, pero también yo estoy callando. Quizás no sólo cerré los ojos. A veces quisiera darte más que estas palabras y llorar todo este tiempo de lamentos, llorar por mi propio lamento, pero sobre tu pecho, escuchando tu latir, y quedarme a vivir para siempre en su ritmo. Que fuera inconstante cuando acerco mi oído cerrado. 

Quiero abrir las manos para mezclarlas con las tuyas. Quiero poder mirarte, abrir mi boca sólo para sonreír. Será que mis manos se han atrofiado de tanto los puños golpear las paredes que hoy nos separan, o tal vez los universos. Con las manos abiertas puedo darte una caricia. No deseo ya cerrar las manos. 

Los oídos para oír tu voz cuando entones mi nombre, las manos para mezclarlas con las tuyas. Los ojos cerrados para soñar, pues sé que si los abro te pierdes en la noche. Las paredes gruesas derribándose en silencios, que vuelven estruendo mi callar. 

Quiero abrir el alma una vez más para tocar el sol. Con el alma abierta te siento mejor. Me siento mejor...

domingo, 25 de marzo de 2012

La ilusión de la igualdad

¿Sabés por qué es más difícil que se te tire una mina?

Muchos hombres y mujeres nos llenamos la boca hablando de esa cosa que si bien en el discurso está bien presente, en la práctica dista mucho de estarlo. Esa cosa se llama igualdad. Luego entonces nos contentamos diciendo que, en el encuentro de los sexos, también debe haberla. Y comienza allí el juego de tirarnos la pelota. Pero sepan que se nos ha acostumbrado a que el hombre puede hacer cualquier cosa. Me pasó una vez que me tocaran el culo por la calle. Ante la impotencia, puteé al sujeto de forma vehemente. Una vieja me miró horrorizada. ¿Era realmente yo la que estaba en falta? No. Desde los 9 años (crecí demasiado temprano, me parece) me dicen guarangadas por la calle, incluso estando con mi mamá. ¿Eso es justo? No, pero así sucedió. Sentimiento de desprotección de siempre, de casi dos tercios de mi vida. Pasar en bicicleta, tocarle una teta, total para eso está. Ella, camina, 14 años, va al shopping a encontrarse con las amigas. Y el hijo de puta le toca una teta. Fantástico. ¿Fue justo? No. No reaccioné, no tenía cómo. 

Durante toda la vida hemos estado sujetas a determinados valores sociales que se hacen carne en nuestros sujetos. Se nos exige la perfección a toda costa. La televisión nos mambea con la delgadez como único objetivo en la vida, amén de la belleza, que esa si no la heredamos, habremos de conseguirla por otros caminos algo más... sangrientos. Mujer madre, pero trabajadora, pero ama de casa, pero bella y siempre limpia y prolija, cuidando su estética a cálculos milimétricos. Mujer ágil pero de altos tacos. Mujer cómoda de pollera tubo. Mujer sumisa, con ideas propias. Mujer que camina moviendo sus caderas para deleitar tu vista, hombre que camina por Florida y Viamonte. "Es poco femenino" nos dicen, veces y veces hasta calarnos todo lo que podamos tener que se aleja de aquellos íconos de los 50, cuando... aún ni siquiera votábamos en las elecciones. ¿Te suena? A mí sí. 

Desde siempre, entonces, se nos exige una perfección a cuya altura ninguna de nosotras está. No es que yo quiera, no es que yo no haya pensado sobre estos temas, no es que me deje llevar por la "cultura del culo". Simplemente lo sé, no estoy a la altura, ni mucho menos. 


Hola, soy Nayla. Mido 1.64, me faltan como 6 cm para haber sido modelo. Es el "no estar a la altura", pero literal. Me faltan también 10 de tetas, y obviamente volver a nacer para ser "bella", o al menos lo que se supone que es bello. No tengo piernas largas, sino macetonas y algo musculosas. A veces me como las uñas, y a mis 26 años aún me salen granos. Me rompí los dientes cuando aún mis años eran de una sola cifra, y así se quedaron. No tengo una vista privilegiada y mi cabello es un desastre. Tengo las manos cortas y los pies mochos. Cuando era chica juntaba las rodillas. Soy bastante peluda y odio depilarme. Lo hago, porque lo TENGO QUE hacer. ¿Tengo que? No, no tengo que, pero así lo hago, sin embargo, porque es lo que se hace. 

"Negra" me decían en primaria. Así es, odiaba no ser blanca. Odiaba no ser flaca. Odiaba no ser rubia. Odiaba usar anteojos y zapatos ortopédicos. Odiaba tener el pelo de Valderrama, y la cara de Ronaldinho. Odiaba ser buena alumna, eso me sumaba exigencia (un 6 en matemática, el cataclismo). Odiaba mi voz nasal. Y aún a veces odio todo eso. Las cuestiones físicas me valieron algunos años de adicción al gimnasio. Nada de musculatura era suficiente. Necesitaba más. 

Aún a veces odio no ser blanca, flaca, rubia, alta... De chica era alta, luego me quedé así. Odio mi nariz y mi rostro. Odio tener el culo caído. Odio mis pies y mis manos, y se me hace que mis orejas se notan demasiado. Odio mi cabello, es un desquicie. Odio mi piel, mis rodillas. Odio mi boca y cómo se me tuerce al sonreír, y que se vean mis dientes rotos. Odio mi cintura; estar flaca y tener "rollos". Odio las cicatrices que tengo, recuerdos de guerras contra mí misma, que afortunadamente gané. 

¿Cómo podrías esperar que te dijera algo? Jamás he estado a la altura... ¿Por qué habría de estarlo ahora?


Yo soy - Más insegura - Que vos. 

lunes, 5 de marzo de 2012

De todo lo que no rima


Si "marzo" rimara con "letargo", sería una buena idea irme a dormir, en esta noche de marzo, insomne como cualquier otra. La verdad es que no son muchos los días, las noches que duermo. Cuando lo hago, despierto en el medio de la noche, intentando gobernar las palabras que nacen directamente de mi garganta, que raspa. Duelen a veces los gritos, en el silencio de la ciudad. No escucho más que los pasos, otras madrugadas mediocres que deambularán, y las mil y una boludeces simultáneas que pudiera imaginar. Pero eso no basta. Marzo no rima con letargo, y sé que tampoco comenzará la primavera. 

¿Cuántos cigarrillos has fumado esta noche? Me consulta el cenicero, y yo vacilo. No lo sé, no los he contado... estoy dispersa, somnolienta, y en todo caso jamás fui buena para los números. Esto, como para empezar a hablar. Hay demasiadas cosas para las que no soy buena, y una de ellas es olvidar. Si tan sólo sirviera para algo. Pero no. Recuerdo, ciertamente, no rima con utilidad, y sólo algo disonantemente con infierno. Y sí que lo recuerdo a ese en el que las llamas me tragaron con total voracidad. Que sí rima con utilidad, pero que dejó de serme útil hace tiempo. 

Dudas tengo de a montones, tampoco las sé contar. Creo que sólo sé de mis dudas, y algo más. Sé de quien me sabe, que profana, que risueña, que vacía, que efímera, que proezas de mi vida, y aún las que he de soportar. Proezas casi rima con promesas, esas que jamás rimarán con la verdad. Y la verdad a veces rima con heridas, o al menos cuando pronuncio mal. Nunca fui buena para hablar, por eso a veces me olvido de alguna sílaba, y no te llamo por tu nombre porque tiene más de una, que no rima con piedad. 

No sé bailar al compás, no puedo seguir los ritmos, si fluctúan constantemente entre horribles medios-tiempos. No soy buena para tiempos, porque riman con lamentos, o al menos estos lo hacen ahora que se ha apagado el sol en este cielo, que nunca rimó con tus ojos y sí con mi desconsuelo. 

Y nuestras almas son tan disonantes, que a veces me desquicia. Odio cualquier sinfonía de ruidos amontonados, como los que hoy se agolpan en mis sienes. Y odio por sobre todo ser mi propia pesadilla. 

Mi cabeza duele por los golpes que me di contra la realidad, aquella que creí que podía hacer rimar. 

martes, 28 de febrero de 2012

Historefímera


.... y allí estaba ella, mirando al mar, ensimismada. No sabía que él la observaba desde lejos, que él sentía en su propio pecho cada uno de los suspiros que ella daba por algún otro, por algún amor contrariado. Su mirada pesaba mientras su rostro era olvidado entre ensueños pasajeros. Entonces él suspiró, lamentándose, por no ser ese, por no ser aquel amor que nunca hubiese sido contrariado...


lunes, 20 de febrero de 2012

Fundación

Poblemos de lamentos este pueblo
así se lamente de haber sido poblado
pueblo que se puebla, que lamenta,
la mente.Muerte. 
Pueblo. Paso. 
¿Pablo?

Huele a muerte, otra vez
arroz, algo de mierda.
Jamás viviría en ese pueblo, así me ofreciesen
eternos copetines en bares
de mala muerte
a quien ya he nombrado tres veces.

(y sólo una a Pablo, cuyo apellido no recuerdo
cuya casa era acogedora
y cogía como pocos, por cierto. 

Sí que me hubiese dado en poblar así
algún lugar sin nombre
en algún planeta que nunca existió). 



jueves, 16 de febrero de 2012

Acerca de la paz


Hice las paces con tu rostro
y con tu mirada
poco sincera. 

Ya no más huellas que se borren
en una madrugada
cualquiera. 


miércoles, 15 de febrero de 2012

lunes, 13 de febrero de 2012

Hiel (o)




Un segundo de apagar el fuego 
por toda una vida de calor. 
Una herida. 
Un presagio y un reflujo matinal
no soy yo quien te vomita. 

Un ángel llora esta noche, pues no le alcanza el diluvio
para plasmar su perpetua agonía, 
para detener el asco.

Y te miro desde aquí, mi firmamento
a ti que imploras a lo lejos
ya no se oye tu llanto, desesperado, como el de anoche, 
tus palabras vacías, como tu cabeza. 

Será que no lo has pensado antes, 
y de hacerlo ahora, será que no me interesa...


jueves, 2 de febrero de 2012

Octavio



Cancerbero
que traspasas las paredes
con tus redes
y en tus redes me entremezclas
no dejándome acceder
a tu infinitud

Cáncer verdadero
que persigues con tus bestias
esta, mi carne, 
podrida

A la muerte del alba
a la necrosis de mi alma
suicida. 


lunes, 30 de enero de 2012

La mort peut rire





Un ser desconocido centellea en una ráfaga
de oscuridad lejana. 

Quietud equidistante, 
descolorida ciudad que naufraga
en lágrimas de propios mares. 

El aire se torna pesado,
se siente en los hombros.

Un ave afortunada ondea sus alas
allí donde aún algo queda. 

En el muelle, sobre el agua estancada, 
se abren eternas heridas;
sangran negras alabanzas. 

Un vagabundo se acerca
me trae la noticia:
¡Carajo! ¡Que se enamoró la Parca!



domingo, 29 de enero de 2012

Refugio subterráneo*

*(Subterfugio)




Tu ínfula ínmunda
tu sátira prófana
vacía tu cúello de álivio ínfimo. 

De sólidas rócosas paredés tu féretro.
Reclúidos al púlpito
tus trófeos tan díspares. 

(Disipas bondades tan bóndades diáspora)

De ignórados róstridos prófetas
(los cáidos)

Prostítutas vagan, putónidas
allí donde moras. 
(y grosellas)


Picnic en Birmania


(o la fábrica de sweaters de lopongo y alpargatas en bebéramos)





Andan diciendo que se te ven los párpados
pero yo te los toco. 

¡Qué loco estás! ¡Qué loquito!
Te lo quito y te lo pongo
el sweater, porque hace frío, desgraciado. 

No vaya a ser que pesques un resfriado
mientras yo pesco
una tararira.



sábado, 28 de enero de 2012

Sirenidad



Desidia y al mar. Caricia
luminosa, estrtosférica, 
cúbica y a la vez esférica. 
Voluptuosa.

Irrevocable raíz del mal que osa
sostenerse en pesadillas. Tan sólo
es una estatua silente de hierbas cocidas
y algo de incienso, pero poca sal
e igual piedad. 

Aroma de aquellos que se dan importancia
jugando entre las sombras amarronadas
con las manos violentas. 

Somos yo y mi tabaco de café. 
Yo primera, pues soy yo quien lo ha fumado. 
Acaso él me consuma
si en su humo
ya no veo más que rostros 
con heridas de espadas de tinta 
vieja y sucia. 
Rostros sin rima. 

Ojos siniestros que son sueños despiertos
de la muerte de todos los elementos. 

Yo quise construir con ellos
una morada que tuviese vista al mar
así las olas me ahogaran los ojos
que igual serían salados
no como aquella estatua que eras, allí parado
mirándome desde la infinidad.