miércoles, 30 de mayo de 2012

Del eterno despertar*

*(ese en el que, aunque hayas sido sueño, estás...)

Tal vez si contara cada uno de mis infinitos sueños se acercaría, al menos, al número de veces que pienso en tu sonrisa a cada instante. Tal vez si contara los instantes, lograría un segundo de certeza. 

Te disuelves...

Le pido al viento que sople en mi dirección, así pueda traerme tu aroma, y me desplomo ante tu rastro de quietud inigualable. 

Tal vez si vinieras como no lo has hecho antes, con los ojos limpios, con las manos francas, podría vencer al frío que hoy recorre mis clavículas, podría transportarme al horizonte. 

Me recuerdas a mañana, las mil y una canciones, que de día, que de infame. Monótonas pesadillas que en tus brazos me cautivan. 

Tal vez si fuera de hierro, todo aquello cambiaría.

Un beso que no plantee vacíos, un vacío que no crezca; un árbol cuyas hojas sean peces voladores, sean aves reptantes, sean dioses en la carne de esta noche que infinita, infinitísima. Finísima cuchilla con que cortas mi garganta, para que ya no pueda tragar la saliva al hablar de lo que fueron las eternas despedidas. 

Ilusión de cualquier día, o de cualquier utopía. 

Sangre de las dagas clavadas aquí en mi pecho, que ahora te regalo en un grito de dolor, al tiempo que las quito de aquella vieja morada, que morado está mi rostro por los golpes del destino casi ausente. Me lleva el viento, ese que te trae, ese que te aleja y te devuelve a los recuerdos. 

Lamento divagar, a veces vuelo, tan sólo pensando en que ahí estás... 


... que puedo verte y regalarte mil verdades, pero que elijo callar. 


martes, 15 de mayo de 2012

Seroyé (ser hoy, seré)

Soy esa nube pasajera que se posa en tus clavículas y rompe en lluvia, para luego darte sol. Me intrigan tus batallas perdidas y tus palabras no dichas, perdidas en un exhalo de aire viciado.  Como que me alimento de todos esos silencios que corrompemos con alguna desolación, cada noche que te vuelves ese infierno del que nunca seré parte en la mañana. 

Voy a armarte de a pedazos de memorias (nunca recordadas). 

Soy la gloria de los males perpetrados entre eufóricas distancias que eran nuestras, maldiciéndote hasta el mismo firmamento, que luego te obsequiaré. Deseo saber cómo llegar a contar cada historia con las palabras correctas y no morir en el intento, o al intentar desmoronar esa pared que tienes en lugar de ojos, esa con la que me observas desde lejos. 

Voy a serte pesadilla en realidad. (Me soñarás despierto). 

Soy un ícono de rosas, una poesía entre tus manos destrozadas por estrellarse contra mi alma, que es entera para ellas. Espada de tus dioses, carne en tus misterios. Quiero morder la luz que emanas cada día, amontonarme en tus sienes y ser levantarte en cada una de tus infinitas caídas. Ser perpetua, caminar sobre las ciénagas, y sanarte las heridas. 

Voy a ver el amanecer una vez más en esta tarde. (Me darás tu vida). 

Nube de espanto, sol de hielo, prisión de las mil prisiones que son cielo, o que son infierno. Morada de mi destierro. Oscuridad que emanas de tu pecho. 

Y que me mata las ganas (de irme lejos). 

Borde del llanto y de todos mis avernos, con gusto me entrego al sufrimiento eterno. 

jueves, 10 de mayo de 2012

Te juro



que no huyo si me regalas

alguno de esos exabruptos en los que de repente

... soy tu vida. 



Que te quedes

Que me derritas con la sonrisa que proclamas con furia, no me sorprende. Nunca te lo dije: fueron tus dientes los que marcaron mis contradicciones. Si es que acaso no burlaras el pasado con las flores, podría mirarte de lejos. Hoy no puedo.

Que me desarmes con pasiones nunca dichas, siempre erróneas, calculadas como ayer, indecisiones, no me mata, mas tampoco me hace más fuerte. Es decir, ya sabes cómo es aquí dentro, en este cementerio de emociones, en este laberinto de miradas, de esas con las que poco a poco me corroes. No soy santa de tus devociones, no eres plegaria de mis dioses. 

Cuántos caminos que marché perpleja, hacia la deriva, pero andando rectilínea. Mi constancia se manchó con una lágrima que corría por tus pómulos en diestros desencuentros que hoy actuamos. Que me entregas las palabras nunca dichas, y mi canto te corrompe, eso es claro, mas ¿por qué he de lamentar que hayas nacido? ¿Por qué habría de volver sobre mis pasos vulgares? He pisado tu cráneo alguna vez, no me sorprendería que pisaras hoy el mío. 

Pero te veo y se alejan los mares, maremotos, mar de rostros, mar de heridas; se aleja todo aquello de lo que supimos escapar entre destierros. Los de siempre, los de nunca, ya lo sabes, como sabes todo, y a la vez no sabes nada. Cruel imperio, reinas sobre todas mis miradas. Reinas también sobre mis sonrisas, de suerte que río demasiado. 

Tienes el poder de hacerme desaparecer, y sin embargo me llamas. Dices mi nombre como si entonaras una canción de cuna, pero que nos despertara, pues abrimos a veces los ojos para dejar de soñar. Y sin embargo sueño con tu rostro cada vez que te alejas, como que jamás te vas, como que te quedas; te quedaras para siempre entre mis cejas.

Una vez más le grito al sol, desolación, virtual miseria insípida, que me devuelva mis alas. Siempre las pierdo. Será que las he dejado sobre tu almohada.