No siempre se tiene conciencia de la propia amenaza. ¿Qué decir de lo propio? No siempre se tiene conciencia de esa instancia en donde se cree en la propiedad de algo. Entonces, pregunta el ingenuo, con la tautológica ingenuidad que lo caracteriza, ¿qué es la propia amenaza? Pues, ingenuo, es perder la ilusión de que uno mismo se pertenece. No se entiende, sin embargo, dirá el ingenuo. Espero que con estos humildes renglones pueda hacer vislumbrar de la amenaza... la pérdida de la ilusión, que embarga el alma hasta salirse por los poros, que ya no serán propios.
La contrariedad puede teñir un día como cualquier otro. Tiene la característica de transformarnos en nubes que desean llover. Nunca nubes de frío, pues este sería propio. El frío del alma se siente, la lluvia arrebata, nos deja incompletos. Cada gota es un regalo de alma, que nunca podrá volver a resurgir, y mojamos de alma a todo aquello que no ve la nube, que no sabrá apreciar la gota de alma. La contrariedad nos vuelve nubes, nos vuelve gotas, que se evaporan tornando la atmósfera de un sutil color insomnio. Nos vuelve idiotas, nos evapora completos, pues al llover, sin darnos cuenta, vamos perdiendo partes del alma, partes del ser, que serán parte de un ser mayor, tan mayor que es una nada. Y nos perdemos en esta nada. Llover nos nadifica...
Oigo resurgir la voz temblorosa del ingenuo: ¿Qué es "color insomnio"? pregunta desde su cómodo asiento. Ingenuo sólo el insomne puede sentir ese color, sólo el insomne puede ver el tono ante el cual el descansado es daltónico. Entonces, pregunta aún más tembloroso el obstinado ingenuo, ¿de qué sirve poder verlo? Simplemente para saber cuándo está siendo uno amenazado. He aquí donde comienza el largo camino de la propia, que no es propia, amenaza, de la contrariedad que supo gestar aquellas gotas que tempranamente nos arrebataron el alma, nos volvieron lluvia el ser, nos nadificaron.
El color insomnio huele a mares, flota en la penumbra de la cancelación de la propiedad de las gotas. Muele la propia molienda de la ambigüedad de nuestros pasos inertes. Nos deja en atmósfera, en campos vacíos de fértiles tierras donde cosechar libertades... esas libertades que nos dejen ser dueños de nuestras alas, sin arrebatarnos cada gota que llovemos.
Pues ya te noto callado, ingenuo. No me has preguntado por la amenaza, por las penumbras, por las ambigüedades.. por los campos, ni por las moliendas. ¿Será que has sentido la amenaza? ¿Será que eres lluvia, que ya no oyes de lado a tu sombra, tus propios pasos inertes? La amenaza no es propia. Sí lo es la contrariedad. Los pasos son otridad, son alter, mas no ego. La lluvia deja de ser propia cuando cae, entonces nunca es propia. La nube es yo, la lluvia es lluvia. Nunca puedo yo ser lluvia si soy nube, y siendo lluvia no podría jamás ser yo, sería gotas... sería atmósfera. Sin embargo cada pizca de eso que ya no es yo, me rodea, en esa atmósfera que tanto osó cuestionar el ingenuo, de ese color también cuestionado por los Daltons del insomnio.
Oh, Dalton, que no sientes la amenaza, quiero llover a tu lado y así mis gotas toquen tu alteridad, que para ti no es más que propiedad intrínseca, sin equívocos, sin ambigüedades. Quisiera que tu atmósfera quede impregnada en mis gotas, y entonces sentir que soy parte de lo propio, pues no es lo propio, lo inequívoco, aquello que amenaza, sino lo otro.
Ingenuo, eres otro, pero no mi otro, sino tu propio otro. Sólo es que tu ingenuidad no te deja ver más allá de los colores que conoces, no te deja oír los pasos de tu sombra, no discurre entre los milagros de las amenazadoras nubes de lluvia... y tal vez sea mejor así, pues no sentirás la amenaza. No experimentarás el ser nube. No te arrebatarán tus gotas durante el insomnio que no ves.
Ingenuo quiero tocarte, para sentir la alteridad que no amenaza. Dalton quiero lloverte al lado algún día... quiero yo-verte a mi lado.
es muy bueno, a medida que lo iba leyendo sentia como una especie de sensacion, como explicarlo... pura, como una ducha de aguaa fria, genial realmente me gusto ^^
ResponderEliminarcomo siempre un gusto leerte
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N.E.C