por toda una vida de calor.
Una herida.
Un presagio y un reflujo matinal
no soy yo quien te vomita.
Un ángel llora esta noche, pues no le alcanza el diluvio
para plasmar su perpetua agonía,
para detener el asco.
Y te miro desde aquí, mi firmamento
a ti que imploras a lo lejos
ya no se oye tu llanto, desesperado, como el de anoche,
tus palabras vacías, como tu cabeza.
Será que no lo has pensado antes,
y de hacerlo ahora, será que no me interesa...
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