.... y allí estaba ella, mirando al mar, ensimismada. No sabía que él la observaba desde lejos, que él sentía en su propio pecho cada uno de los suspiros que ella daba por algún otro, por algún amor contrariado. Su mirada pesaba mientras su rostro era olvidado entre ensueños pasajeros. Entonces él suspiró, lamentándose, por no ser ese, por no ser aquel amor que nunca hubiese sido contrariado...
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