Amé más al concepto que al amante.
Amé las cenizas de sus dibujos en mi alma
y las palabras que imaginé que alguna vez diría.
Amé también las mil sonrisas que solía
regalarme en mi universo de la oniria.
Yo pensaba que sufrir era invariable y sin embargo
amé encontarme equivocada una vez más.
De los errores no siempre he aprendido, sólo a veces
y otras tantas me he encerrado en el eterno negar.
Digo que no por defecto, pero el dolor desaparece
y no me verás llorar.
Hoy ya no hablo de amor, lo he trascendido.
Hay quien pregunta si he perdido y quien mira hacia un costado.
Prefiero este cavilar, pero entre rostros lejanos
y soñar con todo aquello que jamás ha acontecido.
El suplicio nunca llega a un fin sin un principio
y ya no quiero comenzar la desventura.
Clara mi necedad, saboreo rastros insípidos
de las heridas que antaño no entendí cómo salar.
Puedo, sí, martirizarme y revolverme en tus torturas
porque la nada me es todo, y todo es vicio.
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