Quiero dominar el viento y que te traiga hasta mí
aunque traiga consigo alguna promesa rota
varias heridas no cicatrizadas, palabras calladas
y un atropello de seres impares que nunca supieron ser luz.
No sé si seré quién para borrar las tormentas más villanas
pero creo entender todo lo que el silencio encerraba
en aquellos tiempos en los que hablaba su idioma
pues ahora tal vez deba aprender a callar.
Grave es que tampoco sepa ser en las palabras, pareciera
que te obligo a leer mis ojos, sin mirarte.
Tal vez me invada alguna memoria, no sé si recuerdo tu rostro
o tus manos recorriéndome cual vestigios de un lenguaje.
Hoy murieron los segundos sin siquiera parpadear.
El reloj se detuvo a la hora señalada por quién sabe
y los latidos hicieron eco del mensaje
indescifrable, por cierto, pues ya no lograbas hablar.
Así también quizás hoy mueran todas las aves que sobrevuelan
mi cabeza, transmitiéndome palabras de rocío matinal.
¿Quién sabe si nos devoren nuestros hábitos siniestros y un respiro,
sucedáneo de un abrazo, pueda mis hombros aligerar?
No encuentro morada entre paredes sin destino
y no sé qué decir cuando hablamos sin mirar a los costados.
Viniste con ínfulas de canción desconocida y te alejaste
con pasos de largo cavilar, y de finales anunciados.
¿De qué estábamos hablando cuando hablábamos de hablar?
La indiferencia no borra los caminos falsos, ciegos.
Quiero arrancarte los ojos con algún recuerdo nuevo
y desmaterializarme en efímera eternidad.
No sé si soy la que calla, la que ríe, la que esquiva,
o si es sólo que ya no tenés más ganas de escuchar.
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