martes, 4 de enero de 2011

Sabor a tanto

Me arrebatan la ansiedad de llevarte hacia un lugar imaginario. Esta es mi morada, el sol es mío y sólo por eso es que lo derrocho, que lo regalo a tus ojos cual ofrenda ante el dios de los silencios. No puedo evitar callar en los gritos que te doy con mi sustracto de animalidad. No me mires. 

Sé que los sonidos de mis palmas contra rocas son efímeros, que emulan la belleza de los cánticos del sueño de las mil esferas, superhombres, funestas musas, vanaglorias, infatuas, sedientas de especies del aura, de música surreal. Tu abrazo es de quince infiernos, pues me quema. Tu voz es de miel y tu cuello de incienso. Sabor a espanto, sabor a tanto. Tanto que espero porque cierres tus párpados para abrir los míos y empaparme de la paz de tus inciertos. Sabor a herida, sabor a vida. 

Son tus maleficios los que arden en dispares destellos de planetas destinados a perderse en la osadía de orbitar por los abismos. Tus ojos orbitan el mar abierto, la llanura inconfundible de tu rostro entre mis manos, cavilar entre las sientes de tu otoño. Muerde mi alma, sabor a hierro. Etílico lamento que entre lágrimas sonríe los intentos, suspira las caídas y el tormento. Sabor a invierno en retroactivo. Tus mejillas son mi etéreo. Resplandeces. 

Tengo tiempo para mirarte eternamente. Sabor de las miradas que me invaden el espejo en la cornisa. Sabor a muerte, sabor a suerte. El sol no se posa en las arenas de la gloria. Es mío, es tuyo. Te regalo una pizca de la brisa de la mañana, una gota de garúa de mi estrépito, una poesía en prosa que no se note si rima con tu nombre que transgrede los espectros. Un abrazo sideral te obsequio, una canción indeterminada, en sonidos nunca oídos, con voces que jamás callen, para verte sonreír al firmamento. Sabor a nubes, sabor a mar, sabor a cielo.

Tienes el poder de detener el cataclismo. Sabor a sueño. Sabor a que sabes que sentir que me sabes equivale a mil sonrisas que te doy con fundamento en la cúspide del miedo a tener que marcharme algún día, que alejarme de tus hombros que me implotan los cristales en el pecho. Remota locura. Grata, desquiciada la memoria. Te recuerdo mañana por si te fueras lejos, inventándote un lejano temblor en los huesos como se reinventa el crepitar de las llamas de este imperio. Voraz desvarío que guardas mis cien almas. Sabor a que vuelo.   

Llevas mis manos para que cuiden algunos ángeles del averno. Abrazo del abismo. Sabor a incierto. Te doy una caída así puedas levantarme y tener algo más por qué abrazarte desde el mar de la ignominia. 

Eres llave de las puertas donde guardo aquellas llaves en mi pecho. Besos de hielo y de fuego. Sabor a mar, sabor a cielo. Sabor tan sólo a todo aquello que deseo. 

1 comentario:

  1. nayla, me estás asustando... ya estás empezando a escribor demasiado bien

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