Luna de mi hemisferio, me deshaces en recuerdos
de intangibles derrotas,
cuales sean tus nombres de ocho caras.
Temo a tu rostro sin verdades y a tu sed
que me corroe la mitad de los destellos.
Luna opaca, me perviertes en tu falta de bondades,
en estrépitos, caricias y quietudes.
En tu ser de luna inmunda que no encuentra más que sitios
tan hostiles a mi espectro.
Luna inerte, tan impía, taciturna
que innombrable.
Mi enfermedad es tu deseo, mi deseo tu sospecha,
y la vida un despojo de lo que hoy llamas miseria.
No sabes de misericordia, luna idiota, luna furia.
No entiendes nuestras nimiedades.
Ambiguo astro de hiel
sobre mis pasos inertes
que osaron atraparte en pesadillas,
no me borres de la faz de tus miradas inconclusas.
Déjame que te entregue unas palabras subrepticias
entre sueños donde soy capaz
de mirar fijo a tu velo,
de dar fuego a este, tu entierro,
de dar vela a tus siniestros.
No dejes que caiga nuevamente en mis océanos de odio,
conocidos por aquel cristal que fui algún día,
alguna noche en que cerré los ojos para que mis párpados
borraran tu luz de espejo.
Ten piedad por sobre rocas esta noche
en que ya no lluevo a mares.
Luna de fuego, de inercia,
borra el castigo de siglos,
pues cargo sobre mis hombros el más virtual
de los juicios.
Mi juez, mi propia morada; mi sentencia, la cordura.
No dejes que transite sola
las cicatrices nuevamente cercenadas
por promesas nunca hechas,
nunca es tarde, o nunca en vano.
Tantas veces me encontraste por aquellos vacíos
que ya no recuerdo la última vez que me he perdido.
Mas sí guardo gratitud de algún momento
en que lograste apiadarte de mi vulgar hemisferio.
Luna sin noches te pido una mirada
a mi desierto.
Luna de aquí, de ahora, ten piedad de mi ser...
siendo.
acá se dejan las amenazas de muerte, bueno, te amenazo
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