Renuncio a mi máscara para los días de lluvia
pues cuando el sol sale
ya mi rostro se ha acostumbrado
y no soy más que una sombra de lo fingido.
Renuncio a mi máscara para el verano
a mostrar los dientes sin decir
a endurecer mis pómulos
al tiempo que se endurece mi alma.
Renuncio a mi máscara para cuando recuerdo
pues también he vivido aquello que me hace
arrepentirme a lo lejos
necesitar sobornar a las memorias
para que no duelan.
Renuncio a mi máscara para el olvido
pues no todo sobrepasa superficies
y no todo tiene por qué
producirme terror si ya no tiemblo.
Renuncio a mi máscara para cuando me alejo
pues bien sabés que miraré hacia atrás
aún cuando sólo pueda verte la espalda
y pensar que nunca vas a estar tan cerca
como cuando me viste llorar.
Renuncio a mi máscara para cuando voy a tu encuentro
pues no deseo tener que aparentar
que todo me es indiferente
y no mirarte como quiero
y no reír como quisiera, y no me escuches
también llorar, y tal vez volverte a alejar.
Renuncio a todos los rostros que alguna vez
me taparon el alma.
Duele arrancarse la piel y rasgarse las entrañas
más que nunca por lo que pueda acontecer.
Pero respiro, sin rostro, sin tener que mirar
de nuevo hacia un costado
para no verme en el espejo.
Renuncio a todas las ficciones que me he fabricado.
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