Conozco cada mirada subrepticia que me das sin preguntar, cada mañana en que soñamos con volar por sobre las rocas de los destinos más cruentos. Conozco los números que utilizas para calcular cada probabilidad que tengo de golpear con mis despojos tu misoginia latente. No voy a dejarte actuar.
No tienes poder sobre mí, pues no conoces una pulgada de mi ser, ese que se desarma cada vez que oye vibrar a la muerte sobre las calmas olas de la ingenuidad. No es mía la ingenuidad, es de mis ojos, que te hacen creer que puedes cambiar el rumbo de los planetas, para que giren en torno a tu pecho lejano, como imantándose a un desierto, como anhelando detenerse en el instante en que sabes que no podrás escapar de tu miseria. No tienes poder sobre tu propia miseria, pues no tienes poder sobre mí. Seré tu miseria.
No respondo a tu llanto de mañanas venideras, que como hechas de hielo rozan mi calor sin derretirse, mas derritiendo el alma que no tienes, esa que sufre por caricias nunca dadas, por las alas roídas sin misericordia. No entiendes que el firmamento no toma el color de tu rostro, ni de tus manos, no comprendes que estás ahogado en tu propia inmundicia, en ese hueco al que saltaste pensando que contenía luz, y sin embargo te encontraste con desprecio.
No tienes poder sobre mi espalda, pues ya carga más del peso que pudo alguna vez soportar. Mis hombros son de hierro como el alma que alguna vez tuve, que me dio el poder para borrarte de un soplido, del recuerdo que el vestigio me marcó en el brazo izquierdo, para recordarme siempre que algún día he de olvidarte. Mas es sólo la memoria la que juega a que es destino, pues tú no eres más que espectros del pasado. Si, lo sé, aún a veces me atormentas, mas ten piedad si oyes que grito por las noches en un oscuro vacío animal, pues soy porfiada cuando digo que no he de lamentar el recordar, pues la memoria no es poder, no es tu poder, no es tuya.
No tienes poder sobre esos pies que puedan reconducirme a la morada donde alguna vez te dije que me quedaría para siempre, aquella noche en que mudamos nuestros sueños en historia y sonreí al verte amanecer una vez más, pues sabría que ese día sería el último en que tus pupilas espejearan mis sueños... aquellos que nunca abandoné, mas cuyo poder se ha ido deslizando en mis rodillas hasta convertirse tan sólo el suelo por donde camino hacia el mar de necedades en que algún día me sumí, ahogándome en aquellas olas que ya no tienen poder.
No deseo que me aguardes un segundo ni una eternidad, pues no lo haría yo de estar en tu lugar de estatua. Eres un homenaje al desprecio, y yo lo soy al error. Sin embargo las horas pasan, como tus días, que están contados, y yo aquí sentada en el horror del no pertenecer a tus engaños. Se me tornaron rutina en algún momento, volviéndome taciturna cual aquel suspiro que quedó atrapado para siempre en las redes del nunca existir. Y como pocos, soy de noche, no de sol, no respondo a tus mandatos ni a tus líricas de viento, pues sé que no se detienen a apreciar la calidez de las memorias que te esperan en un cajón, por si algún día revuelves el espacio al infinito, aquel que por ti formé una vez, aquel que sin existir quedó vacío de ti.
Sin embargo no tienes ya poder sobre mí. Lo obtenías del vacío, mas estás vacío de mí, y yo de tus párpados. Los míos se cierran a tus ojos de vacío, y se vacían de tu imagen tan anhelada en mis hombros. Recorro con mis manos las heridas de tu pasar cada noche, nuevamente tu vacío, y me vacío de recuerdos, te recuerdo en mis olvidos. Sin embargo ya no tienes la virtud del acercarte, no me lastima tu recuerdo, no me lastima tu olvido. No soy quien para olvidarte, no eres quien para olvidarme, y es por eso que recuerdo recordarte cada vez que la noche se hace día.
Ya no me entrego al dolor, ya no lloro por aquella canción. Sé que no vas a venir, y no me inmuto, pues ya no tienes poder sobre mí...
Este particularmente me llamo la atencion, vos mas que nadie por tu formacion profesional debes de saber que lo que queda en un lugar, no es parte del otro, sino tuyo y tenes que recuperarlo (algo que me dijeron en la semana e intento por todos los medios recuperar).
ResponderEliminarEl recuerdo es precioso cuando no se transforma en la enfermedad provocadora de tu agonia.
Un beso enorme!