martes, 25 de octubre de 2011

Hoy quisiera

Que al menos hubieses dicho adiós. 
Poder escribirte que ya te he olvidado...
Poder no escribirte. 

sábado, 22 de octubre de 2011

Nueve vidas (sucio, piedra, culo)

Hay quien me pide, por quién sabe cuántas deidades, tranquilidad. ¿Acaso no es lo que yo también deseo? Tremendamente sencillo es disertar acerca de cuestiones ajenas, sobre todo cuando se es ajeno incluso al propio espíritu. Ciertamente entienden menos aún que mi absoluta carencia de entendimiento. Y está bien, asumo que jamás serví para entender, pero nadie, sin embargo, lo hace mejor que yo, por lo cual usualmente me veo obligada a explicar cuestiones de las que no soy parte, mucho menos arte... ¿Qué podría explic-arte? Acaso ya quisiera mat-arte. Que sangres hasta ahog-arte en ti mismo, que... ¿En que estaba? Sí, mi discernimiento es escaso. Evidentemente también tengo algo de déficit de atención. Mis ojos son lentos, como lo es mi mente. ¡Dichosos esos neurotransmisores de vida sedentaria! Diría que los envidio, mas me encuentro atada a mi silla, a mi cama, a todos esos lugares que me pudren el cuerpo, que me vacían el pecho. 

Sea como fuere, me he vuelto el abismo de mi propio abismo. Mi propia muerte me teme, sí, y me es propia, en tanto he muerto ya varias veces por el mismo puto insomnio. Me he cansado de maldecir al segundero y hacer pausas, tan sólo para suspirar una vez más por ese aire que me falta. No es tan puro, sino más bien viciado de lagunas de excrementos. Y resuenan en mí esas voces lejanas, esas que quisieron serlo, esas que se alejaron violentas, abandonándome a la voracidad de mi propio hilo de pensamiento... ese que no pasa por la aguja (con la que me inyecto mi propia vacilación y torturas varias, sin nombre, que sólo tienen lugar en esa sangre que se me ha licuado ya de esperar). La carne se me pudre dentro del cuerpo. Me muero desde dentro y me trastorno. Me trastorna mi propia demencia una vez más, consumiéndome hasta la última célula de mi cercenado cuerpo. Y aquí estoy una vez más. Lo he hecho de nuevo. Acuso varias muertes internas, y no será la última. La tuya, sin embargo, será única. 

Detesto, este día, mis ojos. Esas mierdas deberían de serme extirpadas, así podría evitar la visión de mi rostro ojeroso, pálido, roído por la tempestad en mi semblante, taciturno como pocas veces he visto noches en ciudades alejadas, en algún viaje hacia el respiro. Esas ciudades en las que sólo se ve el terror, y la luz mala. Así le llaman, tal como a mis ojos, que solían tener brillo, luz, y ahora, pues, más se asemejan a esos pasares por campos desérticos, restos de cadáveres de algún animal que buscaba su destino, rutas que desembocan en heridas, flagelos de este jamás-nunca destino, que lo he nombrado dos veces, tal vez para invalidarlo. Historias que ya nadie cuenta en un presente, pues supieron no llegar, como tus pies. Sea como fuese, detesto mis ojos. Quizás debería extirparme los lagrimales. Ciertamente no les veo utilidad. A ti tampoco, más que la de matarme eternamente. 

Mi sombra está tan comprimida... Si vieras, mierda, cómo es la vida en este cosmos. A veces quisiera no despertar. ¿Mi sombra? Sí, ya la nombre. Esa dibuja formas, como de nubes, pero sin cielos. Son nubes que me observan estupefactas, luego de lo cual se ríen en mi cara. ¿Nunca te ha pasado que una nube se te ría en la cara? Pues a mí sí, y me da igual que a nadie más, pues es la misma nube que me llueve en la cabeza, ahogándome hasta la última de las ideas. Nube de lluvia salada, como los mares de mierda en los que nado, mares de mis propias lágrimas... de mierda. Nado, nada, eso es lo que tengo: la nada. Y nado contra la corriente-mierda, nado-mierda, trago mierda en cantidades... Sí, ¡Cuánta mierda hay por estos lares! ¡Cuánta he tragado ya! ¡Y cuán útil sería si luego cagara comida! Como invertir sistemas, así el aire viciado vuélvaseme saludable, y quizás vengas y sea yo quien se aleje. Quizás seas mi sombra, que ya no esté tan comprimida. Creo que he adelgazado.

No lo sé, tal vez me engañé pensando que podía ver la vida de otro modo. ¡Pero si hasta lo fresco huele a rancio! O será la brisa que me trae el aroma de tu alma, esa tan sucia, tanto más que el culo que te limpiaste con mis sentimientos (casi puros). Rancia, podrida, como esta herida que no cierra. Infectada, agusanada, como esta herida, sí ¿ya lo dije? Me estoy volviendo repetitiva, como esta herida... (repite ad-nauseam). Como las demás heridas (me estoy impacientando). Que me agrada el sabor a sangre seca, cuando se vuelve de un color amarronado, pero más me agradaría poder posar mi puño en tu garganta. Ahí al centro, a la mismísima nuez... Sí, creo que me sentiría realizada. 

Como sea ya dan más de las doce. Sí, cualquier hora después de las doce puede ser considerada "más de las doce" aunque ya casi den las seis. Esos pájaros de mierda me recuerdan a esas noches, tanto que quisiera apedrearlos. Yo mientras tanto, aquí, me recluyo, en mi propio deseo de apedrear a esos putos pájaros que, sí, le cantan al viento (ese que ya dije que traía el aroma de tu alma rancia... culo, etc). Eso me entretiene: el irrefrenable deseo de apedrear. Créeme que en mi mente ya has perdido unas nueve vidas. Cada una de forma más horrenda que la anterior (mayormente a piedrazos, he de admitirlo). Y sin embargo aquí sentada, sigo aguardando a que llegue el instante, mas ya sin hablar, sin proferir aquellos gritos de dolor, como supe aullar durante esas noches en las que dolía menos. Es tanto el dolor que ya no duele. Es tanto el vacío que quizás me llene, y no quede espacio así para suspirar por tu nombre tatuado en mis pies cuando me dirigía a tu morada. 

Veo que hoy no podré dormir. Ya se ha hecho costumbre. Como sea dile a tu alma, si la encuentras en algún callejón mugriento, que la he buscado por mil lugares, cada uno más recóndito que el anterior, cada cual más alejado. Y así hubiese seguido, si no hubiera muerto en vida, si no estuviera ya percibiendo lo podrido de mi carne. Duele, huele... ¿Qué más da? Sigues siendo el mismo: mierda. ¿Acaso miraste atrás cuando me diste la espalda? Pronto sangrará, y no será hacia adentro. Si nueve ¿Por qué no diez? Sangrarás y no será hacia adentro. Eso invertiría el ciclo, y sabes que no eres mi sombra, sino yo la tuya. Sangrarás y no será hacia adentro (sucia, ruin, piedra, culo). Las nueve serán. Nueve-vidas-una-más (es un concepto). Será la única.


Culo.  

miércoles, 19 de octubre de 2011

Razones para morir hoy


- La aventura de no tener más cigarrillos, cuando la vida te incita a fumar. 
- Esta piel reseca en mis pómulos. La sal, ustedes saben. 
- El caos en mi habitación, desorden mental mediante. 
- La falta de alcohol en sangre. 
- Unos cuantos suspiros que no quieren salir, pero que se hacen sentir. 
- Ese puto hueco. 
- Se tapó el baño. Ya la mochila venía andando mal. Una cagada
- Siempre igual, nunca cambia. Yo tampoco.  
- Esa piedra en el zapato. 
- La bendita agonía del seguir intentando. 
- Que llueve. Y si no llueve, llovió. Lo mismo está jodido. 
- La miseria alrededor. 
- Ese nudo en mi garganta, que ya es nudo corredizo. 
- Que todo me recuerda a ESO. 
- Que en torno de ESO hay ALGO. 
- (Que no se decide a salir, tal como esos putos suspiros).
- El sol que tampoco se decide a salir. 
- (y que si sale, es tapado por la ceniza). 
- La persiana que ya no abre.  
- Y que no me deja ver el sol. 
- (que no sale)
- El cenicero está lleno, y el vaso vacío. 
- Quiero dormir y no puedo. 
- Esa bendita costumbre de dejar todo para después, incluso cuando ya es después
- Desidia en general. 
- Esperar, desesperar. Seguir esperando y seguir desesperando. 
- Las canciones que ya nunca me dedicarás. 
- He vuelto a llorar sobre la almohada. 

Muere ahora

Muere ahora, en el medio de la nada. De tu pecho, dolor miseria. Duele hasta la médula. Muere hasta que escampe el aguacero de este último destello de sonrisa pasajera, que duele como el infierno. Muere ahora y no te arrepientas de nada. Muere, duele, descansa tu cancerbero. 

Muere como el cristal de mi alma quebradiza en este verano de sublime disparidad, de los llantos y las pesadillas. Muere como vives, vive como quieres, mas no te lleves la mitad de mis cuentos de suicida. Vive como imaginas, muere de tantas heridas. Como yo. 

Sé mi confidente mano que perpetra los golpes en mi espalda ensangrentada. Me ahoga mi propia sangre. Muere tú también. A veces quisiera olvidar tu muerte, morir de olvidos, morir en vida y olvidarlo. Olvidar mi nombre y que alguna vez viví. Dime mi nombre, que sólo tiene sentido cuando mueres. Dilo en un agónico susurro que te dé la muerte, que me dé la vida. 

Cómo me retrotraes a anteriores muertes. Y deseo que mueras antes de conocerte, antes de haberte conocido, antes de haber yo nacido, antes de llorar porque has muerto, y morir yo en vida. Por favor muere ahora, y nunca hayas existido. 

Desángrese tu pecho en el que solía recostarme por la madrugada. Muera el sol también por despertarnos del eterno letargo. Y muérase, por si acaso, el concepto de letargo. Todo lo dicho será dicho una vez más. Mueran mis palabras por perfidia en retroactivo, y muera el tiempo cuando digas "nunca es tarde". Deseo que cambies el rumbo de las malditas agujas, que aparezcas y odiarte, sólo por no haberte ido para siempre. Mueran también tus ojos, si ya no han de mirarme. 

Muerte a las hojas de esta vida que escribí con mis lágrimas de otoño. No eran las hojas de los árboles, muertos por cierto, como tú lo estás por dentro. Los árboles murieron antes de ver pasar el invierno, que ahora es primavera pero infierno. Muerte a ti, pues te alimentas de mi falta de vida, de mis fuerzas, corroyéndome hasta el último vestigio de respiro matinal, apropiándote hasta de los verbos más nimios, hasta del mismo morir. Amar, temer, partir... los odio a todos por igual. Muerte al temor por tu partida. Muerte al amor que alguna vez te di. Muera ya tu inservible alma, que sólo sirve para el horror. 

Muérase tu voluntad, aquí en la tierra como en el cielo. Mueran los salmos que habrás de recitar, que no soy mujer de fe para pedirle a las deidades siquiera por tu muerte. Pero sin embargo muere. 

Muéranse ya tus palabras, las que alguna vez dijiste sin pensar. Que aquí en el pecho queman dentro, repitiéndose hasta el hartazgo, mientras trato de descifrar cuál fue el mensaje de muerte, escondido en aquel instante en que fui tu vida. Si no lo soy, entonces muere, y muera también tu rostro manchado de mentiras. Muéranse ya tus recuerdos. Muérase todo aquello que me mantiene viva. 


viernes, 7 de octubre de 2011

Que llueve dentro

Tengo los labios secos. El sabor amargo del alma rota, del estómago vacío. De tragar lágrimas por litros, del tabaco en cantidades industriales. Voy por la mitad de un duelo que jamás comenzó. Y duele.

Estoy cansada de no ser quien soy por alguien que no supo ser quien dijo ser. Estoy cansada de todo. Digamos que hasta me canso de mí misma, pero no puedo dormir. Es diferente el cansancio del sueño, sobre todo cuando a uno le han arrebatado los sueños. Igualmente jamás sueño. Sin embargo ahora hace días que no duermo. Quiero despertar. 

Tengo los pies heridos de estar parada frente a tu puerta, esperando a que abras la ventana, esa que no da al olvido. Cada suspiro se lleva más aire del que respiro. Inhalo el humo de la desesperación, trago la hiel de la incertidumbre y me mareo pensándote, inventándote presencias que jamás se harán carne. Mi carne está podrida. Tengo los ojos hinchados de llorar para no ver la realidad. 

Tengo en las tripas un nudo igual que el de mi garganta, y las manos temblorosas. Hablar ya no me apetece, pues la lengua se me pega al paladar, obligándome a callar todo aquello que quisiera gritar. Las únicas que gritan son esas voces, las únicas también que me acompañan. Gritan que te has ido lejos, que ya no te busque por aquellos senderos que solíamos andar, que ya no te nombre, que ya pasará. Y yo sólo deseo verte, al menos una vez más. 

Ya no oigo nada. Mis oídos sólo alcanzan a escuchar las gotas de desesperanza. Hoy llueve, pero más aquí que afuera. Llueve sobre mi cabeza, que me duele, sobre mis párpados que no cierran. Me llueve el alma y ansío ver el sol de nuevo. ¿Cesará la tormenta alguna vez? No deseo que en mi lápida se lea "aquella que se rindió ante la tempestad". No deseo ser presa de mi propio vacío. 

Sigo fumando este cigarro con sabor a sangre. La lluvia me empaña los vidrios del pecho, y yo aquí esperando a que alguna vez escampe. 

jueves, 6 de octubre de 2011

Desierto aquí





De nuevo ante tu silencio
desnudas ya mis pupilas en tu espectro. 
Desvelada en tus mentiras
humillada, ya no en gritos, en poesía. 

¡Cuánta desesperación al ver marchitarse el sol!
¡Si tan sólo esta herida hoy hablara!
Cuánta ira, negación. ¿Qué tanta resignación?
Huelo el miedo y me acompaña en las miradas. 

Te grito entre mis diezmadas
manos frágiles, suicidas, calcinadas
que eres casi tan enfermo
como muertes van y vienen en mi pecho. 

Qué nostalgia de aquel día en que me diste tu vida
qué desierto que hace hoy por estos ríos
de lágrimas no saladas, sino amargas, por lo impías
tus palabras nunca dichas, y de llanto me vacío. 

Ya la tragedia en este ser, monotonía
ya la inconstancia en este otro supo ser
casi tan constante como tu hipocresía. 
Dime qué nace este día en el instante
en que matas mi alma una vez más
pues sólo quisiera que todo sea como antes.

martes, 4 de octubre de 2011

De la pregunta sin respuesta

¿Por qué de nuevo, una vez más, al centro del elemento? ¿Por qué navego por heridas? Será quizás por hallar esa montaña jamás escalada, será que muero en el encuentro con mis desencuentros. Una vez anduve el sendero, y me detuve en un suspiro. 

Es el juego de mirar hacia el costado para no ver las llamas de la monotonía. ¿Acaso no sangras en tus pesadillas? Esas en las que no hay fuerza para golpear los muros que, sin embargo, se traspasan solos, con solo mirarlos, no como tus ojos que son muros insondables, como piedras de muerte y demás nimiedades. Si miras fijo a tus pupilas, tal vez encuentres alguna de las puertas del infierno. Y ya quisieran mis pupilas ser de hielo, para apagar tu mirada en la penumbra, para disuadirte de estar tan presente, ahora que te has ido. 

Son tus párpados que borran los augurios del pasado en retroactivo. Van borrando historias a su paso, cual si borraran las huellas en el suelo desgastado de ese campo en que plantamos nuestros sueños. Los míos tal vez, tú sólo sueñas imperios de ignominia, y alguna canción funesta que cantarme cuando esté dormida, recostada en ese pecho que ya no late ni respira. Helado como tus ojos, negro como tu alma, y vil como el moho que crece alrededor del reloj, mientras espero en vano, sin tan sólo parpadear, a que pasen los minutos de tu ausencia. 

No callo para hablar, no grito para ahogar el llanto. No susurro entre miseria por piedad, ni por temor a las verdades que no se dirán jamás. Sólo escribo en este viento que se lleva mis palabras, para mover mi mano y enseñarme a decir adiós, pues sin él mis gritos sordos no saldrían de mi carne. Mas no llegan a destino, pues ya no existe ese destino que nos jactábamos de haber construido. 

Ten cuidado si pisas las ruinas de mi cráneo carcomido. Verás, que no lo sé, mas me lamento en silencio y algunas letras, y va quemándose mi espectro. Siempre fui algo más siniestra oyendo ángeles cantar, que en las mañanas donde doblaban las campanas por mi alma. Mas el incierto me aturde, me envenena de tu olvido y caigo al piso, dos, tres, cuatro giros, hasta llegar a tu puerta. 

Cambio todo lo infinito porque me des la respuesta. ¿Por qué caer en el fuego? ¿Por qué quemarme por dentro? ¿Por qué volver a nacer entre el desprecio? 

Ya no deseo seguir bebiendo este veneno. Dame una respuesta, aunque me hiele los mares, y ya no tendrá que haber un luego. 

lunes, 3 de octubre de 2011

Andas como andas

"Andas trágica" a veces me dice mi propia voz de muerte infierno que divaga. Así es, que ando veloz por la tragedia como daga, vaga, saga, caga. Suena como rayo. ¿Suena tremendo? Surcos. En el pavimento de mi infame ser perplejo, de mi espalda con sus imbéciles alas. Suena incierto que vuelo, pues no cargo más que cruces y algún féretro que pueda utilizar en algún viaje hacia el lamento. 

Ando como ando; por como andas de andar ando. Caminando, pues no llego al suelo. Los pies al cielo, la cabeza al cieno, y a la mierda el cancerbero. Ocho estacas me clavaste en este pecho que maltrecho. Techo. Hecho. ¿Pertrecho? Sí, así mi cuello y tus ojos de siniestro. Diestro, en el arte de fingir un firmamento sin nubes y sin desiertos, pero que siempre huele a estiércol. 

Sudan mis manos que estriban en la miseria, histeria. Sudan mis huesos en la mierda en que me hundo cada vez que nado contra la corriente de esos mares tan profundos que me das entre mentiras y entre mundos que te inventas en minutos, en segundos, y que me cuestan una vida. Una herida. Una salida. Una mirada altiva y ocho ángeles que no suspiran, pues no saben suspirar, ni mucho menos amar; dar, ni darse a la verdad. 

"Andas taciturna" dicen y les respondo con silencios. Te sentencio. Invento mil palabras que pueda escribir con tu llanto. Y al silencio también canto y me le entrego. Luego. Ahora debo merecerte, libertad. No piedad, esa ya no la asimilo, como tú jamás asimilaste la verdad en esos ojos de vacía oscuridad que te corroe desde adentro. Encuentros que más bien son desencuentros. Fueras que ya quisieran ser dentros. Invasión, calamidades, dame un sueño que no acabe a la mitad. 

"Andas distante". Tal vez ahora, tal vez antes. Tal vez nunca lo sabrás. La última vez que lo vi cargaba mis alas. ¡Y yo que me había cansado de intentar volar! Se había ido, dejándome a mis cruces atada. Y lloré a mares, por no poder gritar, gritarle al viento que esas alas eran de mi propiedad. 

La última vez que lo vi, se marchaba. Ya de lejos proferí alguna que otra palabra. Creo que se oyó entre ellas "devuélveme mi alma". 


"Andas sin alma". 

.... Lo sé.