miércoles, 22 de diciembre de 2010

Desaforada metonimia

Esclava... tu perdón ya no me importa, tu cuerpo es carne que se desvanece con cada paso que das hacia la miseria... Aquí en penumbras me despido del mismo adiós que me diste tantas veces, como una vez más. No tengo futuro ni pasado, me he deshecho de todo rasgo de filiación y descendencia. No tengo presente tampoco, pues me he deshecho de mí misma también. Soy un punto en el círculo eterno. Las voces no callan y la mía no suena.


Nadie me nombra hoy, porque no tengo nombre. No hay letras que puedan nombrarme, no hay un orden preciso, no hay conceptos en mi persona, pues no se puede nombrar la nada, aún siquiera diciendo "nada". Y el silencio, el único sabio, ese no existe. Somos hermanos en nuestra no existencia. El silencio, mi desvariar constante, y esta copa vacía que yace a mi lado como tantas veces, como tantas noches de insomnio. El insomnio es parte de mi nada, y me nadifica un poco más cada noche en que me desvelo pensando en mi propio insomnio, en mi incesante cavilar, pensar en pensar o en no pensar. Y si pienso ¿qué pensar? ¿y qué si pienso en no pensar? Las preguntas se abarrotan en mi mente desgastada, y ya no puedo responder más que "no".


Quiero dejar de ver, para no verte tan lejano. Quisiera no tener memoria para no recordar cada uno de esos instantes, pero su lucha es tan intensa que no puedo siquiera respirar. Mis pulmones son pequeños como mi reino y estáticos como mi sangre congelada, que ya no puede correr por mis venas, que ya no tiene espacio.


Y así cada uno de los puntos de mi cuerpo va plasmando la monotonía de mi alma, en una metáfora que no logro comprender del todo, pues no entiendo siquiera el concepto de metáfora. Y me fragmento, me fragmento una vez más en mis pequeñas partes, tan pequeñas como soy yo, y como es mi alma, que de tanto desangrarse se ha perdido. O ya no recuerdo, tal vez la cambié por algo sin valor, que en su momento lo tuvo.

Aunque el tiempo sea nada, es tarde, es tarde para todo, pues es la nada. Se secan mis lágrimas y el viento corre una vez más, dándome vuelta los párpados. Mis ojos ven de nuevo, no me ha salido bien la ceguera momentánea. Te veo más claro que nunca, sobre el fondo de la oscuridad que te rodea. Eres algo sobre la nada, y esa nada soy yo...

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